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Estilo de Vida

Resulta sorprendente, por decir lo menos, que, en un mundo como éste, todavía haya personas que decidan, consciente y deliberadamente pero también con arrojo y temeridad, dedicar su vida a escribir. 

Hombres y mujeres, jóvenes en su mayoría, que se preguntan desde todos los rincones del mundo, quizá con cierta ingenuidad y vértigo, cómo ser escritores

Lamentablemente, la cuestión de cómo ser escritores no tiene una respuesta unívoca, formulaica y universal, como evidencian los 789 millones de resultados que arroja Google al escribir how to be a writer

En realidad, a la pregunta sobre cómo ser escritor existen tantas respuestas como escritores hay. Cada uno de ellos supone una manera particular de entender y asumir una vocación. De todos modos intentaremos ofrecer algunas directrices y consejos para aspirantes a escritores.

 

La escritura como profesión o como hobby

Contrario a lo que pueda pensarse, nunca antes en la historia se había escrito y leído tanto como hoy. Aunque tal vez por esa profusión se descuide la calidad de lo que se escribe y bajen los estándares de lo que se lee, pero el hecho es que la palabra continúa teniendo un papel preponderante y protagónico en la cultura contemporánea y muchas personas quieren aprender cómo ser un escritor.

Tapiz de libros abiertos

Fuente: Patrick Tomasso (Unsplash).

 

Con la digitalización de la vida cotidiana, el territorio sobre el que operan las palabras se ha expandido: películas, series, podcasts, canciones, canales de YouTube, redes sociales, blogs, servicios de mensajería instantánea, publicidad y, por supuesto, libros —físicos y digitales— y audiolibros; de una u otra forma, en todos estos soportes se manifiesta el lenguaje escrito, haciendo evidente que seguimos viviendo en una sociedad logocéntrica.

Posiblemente el interés por cómo ser un escritor ha crecido debido a esta variedad de formatos. Hoy existen diversos campos para ejercer la escritura como profesión y, por lo tanto, distintas formas de dedicarse a escribir. 

Acaso entre la redacción creativa publicitaria del copywriter y el mundo de la redacción digital del content writer, el escritor a secas ha quedado un poco relegado y la literatura tiende a ser vista con deferencia, apenas como un lujo o un hobby, un pasatiempo de burgueses o de ociosos.

 

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Cómo convertirse en escritor

 

La escritura como vocación

“Primero trata de ser algo más, cualquier otra cosa”. Así es como arranca el cuento sobre cómo ser escritor de la estadounidense Lorrie Moore: “How to Become a Writer” (que —spoiler alert— no tiene un final feliz, y forma parte de su libro Self-Help, en el que reelabora, en clave irónica, el lenguaje aleccionador y moralizante de la autoayuda). 

Lo primero que tienes que hacer para ser un escritor, entonces, es tratar de no serlo. En consonancia con esta idea, uno de los poemas más conocidos de Charles Bukowski esboza, en un tono hiperbólico, rayano en la exageración, la noción de que uno solamente debe dedicarse a la escritura si no puede evitarlo, si escribir se convierte en una necesidad insoslayable:

 

Así que quieres ser escritor

Si no te sale ardiendo de dentro,

a pesar de todo,

no lo hagas.

A no ser que salga espontáneamente de tu corazón

y de tu mente y de tu boca

y de tus tripas,

no lo hagas.

Si tienes que sentarte durante horas

con la mirada fija en la pantalla de la computadora

o clavado en tu máquina de escribir

buscando las palabras,

no lo hagas.

Si lo haces por dinero o fama,

no lo hagas.

Si lo haces porque quieres mujeres en tu cama,

no lo hagas.

Si tienes que sentarte

y reescribirlo una y otra vez,

no lo hagas.

Si te cansa sólo pensar en hacerlo,

no lo hagas.

Si estás intentando escribir

como cualquier otro, olvídalo.

 

Si tienes que esperar a que salga rugiendo de ti,

espera pacientemente.

Si nunca sale rugiendo de ti, haz otra cosa.

 

Si primero tienes que leerlo a tu esposa

o a tu novia o a tu novio

o a tus padres o a cualquiera,

no estás preparado.

 

No seas como tantos escritores,

no seas como tantos miles de

personas que se llaman a sí mismos escritores,

no seas soso y aburrido y pretencioso,

no te consumas en tu amor propio.

Las bibliotecas del mundo

bostezan hasta dormirse

con esa gente.

No seas uno de ellos.

No lo hagas.

A no ser que salga de tu alma

como un cohete,

a no ser que quedarte quieto

pudiera llevarte a la locura,

al suicidio o al asesinato,

no lo hagas.

A no ser que el sol dentro de ti

esté quemando tus tripas, no lo hagas.

Cuando sea verdaderamente el momento,

y si has sido elegido,

sucederá por sí solo y

seguirá sucediendo hasta que mueras

o hasta que muera en ti.

No hay otro camino.

Y nunca lo hubo.

 

Sin embargo, lo que Bukowski parece olvidar deliberadamente es que no existe tal cosa como un elegido por las musas, que “el único tipo de escritura es la reescritura”, como dejó asentado Hemingway en París era una fiesta, y que, por eso mismo, para aprender cómo ser un escritor lo que algunos llaman vocación y talento en realidad requiere larguísimas horas de trabajo sentado frente a la computadora. 

The Last Bookstore, Los Angeles

Fuente: The Last Bookstore (Jaredd Craig, Unsplash).

 

La escritura y el fracaso

El segundo paso para ser escritor, de acuerdo con el relato de Lorrie Moore, es fracasar miserablemente: “Es mejor si fracasas a una edad temprana”. 

Por poner un solo ejemplo, bastante menos trágico que los tantos que abundan en la historia de la literatura sobre escritores suicidas, la fábula de “El mono que quiso ser escritor satírico” de Augusto Monterroso da cuenta de las dificultades que enfrenta un aspirante a escritor en la sociedad, al grado que termina por sucumbir y abandonar la pluma incluso antes de haber comenzado a aprender cómo ser escritor realmente. 

Algo en lo que concuerdan muchísimos autores es que para convertirse en escritor hay que desarrollar una alta tolerancia a la frustración, pues se trata de un camino lleno de baches, puertas cerradas, callejones sin salida y traspiés. Robert Pinget afirmó: “Todos esos pobres de hoy en día que se ponen a escribir, la de desilusiones que les esperan”. 

Samuel Beckett, sin hablar directamente de cómo ser un escritor, lo describió así en Rumbo a peor: “Intentaste. Fracasaste. Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor”.

Samuel Becket en su estudio

Fuente: Samuel Beckett (Vrije Universiteit Brussel).

 

El escritor como lector

Huelga decirlo, pero a la pregunta de cómo ser un escritor la primera respuesta y la más obvia es leyendo. Lo más importante para que alguien se convierta en escritor es, como es obvio, leer y escribir. 

Si quieres ser escritor —afirma Stephen King en su libro Mientras escribolo primero es hacer dos cosas: leer mucho y escribir mucho. No conozco ninguna manera de saltárselo. No he visto ningún atajo”.

En realidad, como indica el sentido común, no se puede escribir —o al menos no se debería hacer— sin antes haber leído, pero hay quienes insisten en omitir este paso, que es como querer manejar sin tener coche ni licencia para hacerlo. “Y es raro —comenta la cronista argentina Leila Guerriero— porque, si uno escribe, el más perogrullesco de los axiomas manda que es porque ha empezado por leer. Y es más raro aún porque, si uno escribe, es, en general, porque siente el impulso insolente, y al mismo tiempo incontenible, de replicar el virus implantado —en uno— por los libros que leyó”.

Es en los libros donde los escritores aprenden cómo ser escritores, pues en ellos encuentran sus mejores lecciones de todo tipo, desde ortografía y sintaxis hasta poética y estilo. Además, como afirma Ricardo Piglia, “la lectura es el arte de construir una memoria personal a partir de experiencias y recuerdos ajenos”.

King, que se considera a sí mismo un lector lento, recomienda a quienes quieren aprender cómo ser escritores leer un mínimo de setenta a ochenta libros al año, lo cual puede sonar descabellado, sobre todo en un país como México, Chile, Brasil, Perú, Colombia y Argentina, donde se leen entre cuatro y seis libros al año por persona. A través de la lectura los escritores van conformando un repositorio de historias y técnicas, pero sobre todo, de experiencias sobre lo que nos hace humanos. 

Por eso, como sentencia lapidariamente Leila Guerriero, “querer escribir y no querer leer no sólo es un contrasentido. Querer escribir y no querer leer es una aberración. Es, sin salvar ninguna distancia, como ser periodista y no tener curiosidad”.

Sylvia Plath leyendo entre pilas de libros

Fuente: Sylvia Plath (nothingintherulebook).

 

El escritor profesional

Es difícil precisar en qué momento alguien se convierte en escritor, así como tampoco hay una sola vía: no existe un manual para ser un escritor que pueda seguirse al pie de la letra. Uno estudia medicina y se convierte en médico; arquitectura para ser arquitecto… Pero ¿qué se estudia para ser escritor? 

Aunque hoy en día se multiplican y proliferan en todas las latitudes los talleres literarios y las licenciaturas, posgrados y cursos de escritura creativa (que, de una u otra manera, ofrecen respuestas sobre cómo ser escritor), “convertirse en escritor —recalca el argentino Cristian Vázquez— no es como hacerse carpintero o profesor de matemáticas o abogado [...] porque en esas ocupaciones es bastante más sencillo reconocer cuándo uno se tituló o empezó a ejercer. Convertirse en escritor, en cambio, se parece un poco a convertirse en adulto, o en una persona de izquierda, o en hincha de River Plate. Es un proceso, algo que ocurre o, mejor, que ha ocurrido en algún difuso momento del pasado. Un momento irrecuperable a partir del cual ya no se puede vivir sin escribir”, aunque —habría que añadir— no se viva de escribir.

Y es que un Ph.D en escritura creativa puede ayudar a escribir pero no te hace escritor/a necesariamente. Te da herramientas, prácticas y guías, te inserta en el circuito cultural y te habitúa a la práctica de la escritura, así como estudiar literatura te acerca a la lectura de un modo profesional, lo cual ya es bastante. 

Se tiende a considerar que uno se convierte en escritor al publicar su primer libro. Es un gesto simbólico, un ritual de paso: de ser un escritor en privado a serlo públicamente. Por eso Ricardo Piglia afirmaba que “el primer libro es el único que importa, tiene la forma de un rito de iniciación, un pasaje, un cruce de un lado al otro”. Es también una forma pragmática de verlo: alguien se vuelve escritor cuando la escritura se convierte en un trabajo, es decir, cuando lo hace de manera profesional.

Pero, de todos modos, como afirmó Tobias Wolff en su libro Vieja escuela, “no se puede hacer ningún relato verídico de cómo o por qué uno se convirtió en escritor, ni existe ningún momento del que se pueda decir: Es entonces cuando me convertí en escritor. Las piezas sueltas encajan más adelante, con mayor o menor sinceridad, y después de que los relatos se hayan repetido adquieren la categoría de recuerdos y bloquean todas las demás rutas de exploración”. Por este motivo también se dificulta ofrecer una respuesta unívoca a quienes preguntan cómo ser escritores.

Ernest Hemingway en el escritorio de su casa de Cuba

Fuente: Ernest Hemingway (writingcooperative).

 

La escritura como práctica

No hay atajos, no existe un camino sencillo para aprender cómo ser escritor. No se puede eludir la página en blanco. Como dice el escritor y profesor de literatura Eduardo Casar, “escribir es algo que se aprende en gerundio: escribiendo”. 

Como en cualquier otro ámbito, en la escritura también se requiere mucha práctica para lograr dominarla. ¿Qué tanta práctica? Quizá pueda servirnos de guía la idea que popularizó Malcolm Gladwell en su libro Outliers, donde se esboza la hipótesis de que se requieren 10,000 horas de práctica para alcanzar la excelencia en cualquier área. Esto significaría, al ritmo más apropiado, según el propio autor, un periodo de práctica de diez años si se le dedicarán 20 horas cada semana (media jornada diaria) a esta tarea. Así que más valdría empezar ahora mismo.

El prolífico y autor de múltiples best-sellers Stephen King, por ejemplo, escribe diez páginas por día y recomienda que se le dediquen entre cuatro y seis horas diarias a leer y escribir.

El gran problema para muchas personas es de dónde sacar el tiempo para poder dedicarse con un afán tan desaforado a algo que no es redituable o que no lo será, por lo menos, en un inicio. Para convertirse en escritores, los aspirantes a ello necesitan —además de papel, lápiz y el alfabeto— comprar tiempo.

A la pregunta de cómo ser escritor podríamos responder provisionalmente: con práctica y tiempo. Y es por este motivo que muchos desisten o intentan rodear el camino: ser escritores sin haber escrito (o peor: ser escritores sin siquiera haber leído).

Pilas de libretas y cuadernos

Fuente: Julia Joppien (unsplash).

 

La figura del escritor

La figura del escritor tiene connotaciones, tanto positivas como negativas, y está rodeada de cierto misticismo infundado que tiende a romantizar la literatura en lugar de verla como un trabajo arduo y laborioso.

Cada escritor tiene sus propias ideas sobre cómo convertirse en un escritor: qué es, qué hace y, en especial, qué significa ser un escritor en términos sociales y culturales. Quizás a eso se debe que todavía haya personas queriendo convertirse en escritores. El problema en ocasiones es que a algunos les interesa más ser escritores que escribir. 

A esto se refería Ricardo Piglia cuando aconsejaba que, después de publicar su primer libro, un escritor debe “tratar de no convertirse en ‘un escritor’”; es decir, evitar convertirse en una efigie y simplemente continuar escribiendo.

En una entrevista, Rodrigo Fresán tocó el mismo tema. El argentino declaró sentirse asombrado por el hecho de que “cada vez hay más gente que quiere ser escritor pero no quiere escribir, lo que quiere es tener el librito como Ken escritor o Barbie escritora, como una cosa que se pone así en la manito, como un accesorio, y que buscan la vida del escritor o lo que piensan que es la vida del escritor. Y no es lo que piensan”.

Es por eso que Odie Lindsey afirmó que “transformarse en un escritor (significa a veces) transformarse en un cliché”. Contra esos lugares comunes establecidos en el imaginario colectivo, A. L. Kennedy postuló lapidariamente: “Escribe. Ni la desgracia que te inflijas a ti mismo, ni los estados alterados, los suéteres negros o ser repulsivo en público te ayudarán a ser un escritor. Los escritores escriben. Hazlo”.

Albert Camus revisando papeles

Fuente: Albert Camus (nitch).

 

Literatura y trabajo: ¿se puede vivir de escribir?

Actualmente se publica un libro cada cinco minutos y diario se suben más de mil nuevos títulos a Amazon. Aunque esas cifras parecen alentadoras, siguen siendo, sin embargo, poquísimas las personas que pueden vivir de escribir —o de escribir, al menos, eso que quisieran escribir.

Para pagar la renta, para subsistir y para comprar el tiempo para escribir, los escritores tienen que realizar otras labores que, si tienen suerte, son adyacentes a la escritura (dar clases, dictar conferencias, editar textos, traducir), pero a menudo no lo son. Ese es precisamente el tema de Trabajos forzados. Los otros oficios de los escritores de Daria Galateria.

Así, mientras aprendían cómo ser escritores, este puñado de autores hacían lo que podían para ganarse la vida:

  • Frankz Kafka trabajó en una aseguradora para trabajadores que sufrían accidentes laborales. 
  • Bukowski fue cartero durante catorce años, percibiendo un sueldo de 1.82 dólares por hora. 
  • William Burroughs era exterminador de plagas. 
  • Jack Kerouac y Roberto Bolaño fueron, entre otras cosas, lavaplatos y vigilantes nocturnos. 
  • Nabokov fue curador de la colección de mariposas del Museo de zoología comparada de Harvard. 
  • John Steinbeck se desempeñó como guía de turistas en Lake Tahoe. 
  • Kurt Vonnegut vendía autos. 
  • Margaret Atwood fue barista en una cafetería. 
  • Douglas Adams fue guardaespaldas. 
  • T. S. Eliot, Italo Svevo y Joseph Conrad fueron empleados bancarios.
  • Neruda, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, Ruben Darío y Octavio Paz fueron diplomáticos. 
  • Borges fue bibliotecario e inspector de aves. 
  • Georges Perec trabajó en un laboratorio médico. 
  • Felisberto Hernández y Dan Brown fueron pianistas. 
  • Cervantes recaudaba impuestos. 
  • William Carlos Williams era pediatra. 
  • Félix Bruzzone limpia y da mantenimiento a albercas. 
  • Juan Rulfo fue vendedor de llantas...

Tipos móviles

Fuente: Amador Loureiro (unsplash).

Acerca de las dificultades de ganarse la vida como escritor, el catalán Jordi Carrión desglosó los ingresos que puede obtener alguien tras publicar su libro: “El autor recibe un 10% del precio del libro. Si cuesta 10 euros, 1; si vende 1,000 copias, 1,000; si vende 10,000, 10,000. Si has trabajado tres horas al día durante un año y vendes 1,000, ganas 1 euro/hora; si 10,000, 10. Piénsalo la próxima vez que te descargues un libro o digas que son caros”. Por eso el uruguayo Juan Carlos Onetti y el español Javier Cercas aconsejan a los aspirantes a escritores que no se interesen por los aspectos económicos de la literatura.

Y, sin embargo, se escribe y se vive. E incluso se vive bien: en los Estados Unidos no es tan infrecuente que los escritores freelance alcancen ingresos anuales de seis cifras.

La autora de El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale), Margaret Atwood, se refirió tangencialmente a estas dificultades al hablar de la vida de los escritores en estos términos: “Es probable que necesites un diccionario, un libro rudimentario de gramática y contacto con la realidad. Esto último significa que nadie regala nada. Escribir es trabajo. También es apostar. No tienes plan de jubilación. Alguna gente puede ayudarte un poco, pero, en sustancia, estás solo. Nadie te obliga a hacerlo: tú lo elegiste, así que no lloriquees”.

Susan Sontag en su estudio fumando

Fuente: Susan Sontag (la tercera).

 

Algunos consejos de escritores para escritores

  • William Faulkner: “Un escritor nunca debe estar satisfecho con lo que hace -aconsejaba-. No debe preocuparse en ser mejor que sus contemporáneos o sus predecesores. Debe tratar de ser mejor que él mismo”.

 

  • Joyce Carol Oates: “No trates de anticipar un lector ideal, o cualquier lector. Él o ella puede existir, pero está leyendo a otro”.

 

  • Antonio Ortuño: “Un escritor tiene que tener miedo de ser un mal escritor, debe tener miedo de ser mediocre. Hasta cierto punto tienes que ser el peor enemigo del texto para poderlo corregir y no ser un ingenuo de tu propio texto. Ser capaz de leerlo con cierta óptica. Pero llega un momento en el que también tienes que ser amigo de tu texto, porque si no, no lo vas a dejar de leer nunca. Debes tener la sensación de que puedes escribir con miedo a que lo puedas hacer mal. Pero también tienes que tener convicción”.

 

  • Neil Gaiman: “La principal regla para escribir es que, si lo haces con suficiente seguridad y confianza, estás autorizado para hacer lo que quieras. Así que escribe tu historia como necesita ser escrita. Escríbela con honestidad y tan bien como puedas. No estoy seguro de que haya otras reglas. Al menos, no que importen”.

 

  • Horacio Quiroga: “Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte”.

 

  • Somerset Maugham: “Hay tres reglas básicas para escribir una novela. Desafortunadamente, nadie sabe cuáles son”.

 

  • Juan Carlos Onetti: “No busquen ser originales. El ser distinto es inevitable cuando uno no se preocupa de serlo”.

 

  • Ernest Hemingway: “Escribir no se trata de hacer dinero, hacerse famoso, conseguir citas, conseguir una ocupación o hacer amigos. Al final se trata de enriquecer las vidas de aquellos que leen tu trabajo y enriquecer tu propia vida al mismo tiempo”.

 

  • Zadie Smith: “No tengas una visión romántica de tu ‘vocación’. Puede que seas capaz de escribir buenas frases o puede que no, pero no hay un estilo de vida de escritor. Lo único que importa es lo que dejas en la página”.

 

  • Roddy Doyle: “Nunca pongas una fotografía de tu escritor favorito sobre tu mesa de trabajo, especialmente si el autor es famoso por haberse suicidado”.

 

  • Leonardo da Jandra: “Para todo verdadero escritor las reglas de otro escritor solo sirven para romperlas”.

 

  • Joyce Carol Oates: “El mejor consejo para escritores: no hagas caso a ningún consejo tonto para escritores”.

 

Joyce Carol Oates en su estudio

Fuente: Joyce Carol Oates (Magnus Unnar, T Magazine).

 

Si bien estos consejos pueden servir como brújula al momento de escribir, como se dijo al principio, no existe una vía para ser escritor; cada uno escribe su propio camino. En palabras de Patricio Pron, “todo nuevo gran autor suspende las certezas preexistentes acerca de lo que un ‘gran autor’ debería ser”. 

Y para saber qué clase de escritor eres o podrías ser, lo único que puede hacerse es escribir. A pesar de todo. El único modo de descubrir cómo ser escritor es intentándolo: crear tu proyecto de escritura. Aunque no te lea casi nadie y aunque no sea un gran negocio. Ya lo ha dicho Marguerite Duras: “Escribir es intentar saber qué escribiríamos si escribiéramos: sólo lo sabemos después; antes, es la cuestión más peligrosa que podemos plantearnos”.