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Transformación cultural

Existen distintos mecanismos para ejercer violencia. Entre estos, el lenguaje puede ser una herramienta que perpetúe la violencia y la discriminación a niveles estructurales, algo que a lo largo de la historia ha beneficiado a la población más privilegiada a expensas de grupos en situación de vulnerabilidad.

El lenguaje, por otro lado, también puede ser una herramienta clave para romper con estas violencias. Laurel Miranda, periodista mexicana, explica que “la lengua forma parte de un tiempo y un espacio determinado y por lo tanto refleja la forma de pensar y de organizarse de una sociedad. De ahí la importancia de tener en mente que el uso que hacemos de la lengua tiene una dimensión política: lo que no se nombra no existe”. (Miranda, s.f.)

En los últimos años, hemos visto crecer un arduo debate alrededor de la utilización del lenguaje inclusivo. En este, algunas personas e instituciones han ido en contra de las nuevas propuestas de la lengua y, también han tomado posturas de extremo rechazo hacia el lenguaje inclusivo. 

Por ejemplo, para la Real Academia Española (la RAE), el masculino genérico es el mecanismo inclusivo que tiene la lengua para aludir a colectivos formados por hombres y mujeres. Explican que el uso genérico del masculino se basa en su condición de término no marcado en la oposición del masculino/femenino. Ahora, ¿quién está detrás de esta decisión? ¿A quién representa este genérico masculino?, y, ¿a quién deja de lado?  Las instituciones como la RAE pierden de vista completamente que el lenguaje inclusivo no es una cuestión lingüística, sino política.

Lenguaje  inclusivo: una mirada general

Antes de entrar al debate es importante entender, ¿qué es el lenguaje inclusivo? Este, es una forma de hablar y escribir sin sesgos o tonos que reflejen visiones prejuiciosas, estereotipadas o discriminatorias de personas o grupos. También se refiere al lenguaje que no excluye deliberadamente a algunas personas de ser vistas como parte de un colectivo, como cuando nos referimos a un grupo con un término masculino: “los ciudadanos” y dejamos sin mención a “las ciudadanas” y a “les ciudadanes”.

El lenguaje incluyente y sus distintas modalidades como es el desdoblamiento gramatical son importantes para la lucha por la igualdad y la no discriminación. En algunos países, documentos oficiales y legales establecen que el genérico masculino representa a todos, todxs y todas bajo el supuesto de que los derechos son inherentes a la ciudadanía. Sin embargo, la historia nos ha demostrado que el hecho de que no exista una mención explícita de los grupos, no solo implica un reto sino también una amenaza en la representatividad de todas las personas. Aquellas personas que no pertenecen a los grupos privilegiados -los mismos grupos que son constantemente mencionados -suelen se invisibilizados y por ende carecer de derechos.

Carolina Criado Pérez (2020), en su libro Mujeres invisibles, explica que nuestra sociedad está tan sesgada hacia lo masculino, que lo neutro se sigue asociando al hombre en la mayoría de las situaciones. Un ejemplo es el caso de las Mujeres en Chile en 1875, cuando un grupo de mujeres trataron de inscribirse en los registros electorales, argumentando que la constitución otorgaba el voto a “todos los chilenos mayores de 21 años que supieran leer y escribir”. Bajo el supuesto de que las mujeres estaban incluidas en todas las leyes, se daba por hecho que ‘los chilenos’ incluían también a las mujeres; por lo cual, algunas mujeres se inscribieron, lo cual generó grandes polémicas. Finalmente, las mujeres no pudieron ejercer su derecho al sufragio bajo el pretexto de que esto iba en contra de una Carta Fundamental Nacional en la que se aclaraba que el voto era exclusivo de los hombres. Casos como el anterior nos demuestran que el masculino genérico no representa una propuesta de inclusión, ni hace más de 200 años ni hoy, cuando seguimos viendo convocatorias y perfiles de puestos segregados por género que perpetúan estereotipos y discriminaciones.

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Importancia del lenguaje inclusivo en la sociedad

El uso del lenguaje inclusivo o incluyente, contribuye a visibilizar a aquellas personas que históricamente han carecido de representación. Por medio del lenguaje, se confrontan las estructuras predominantes que invisibilizan a grupos en situación de vulnerabilidad y se busca equilibrar las desigualdades estructurales que se mantienen en nuestra región entre el privilegio y la opresión.

Estructuras encarnadas en instituciones como la RAE -que ha declarado que el uso de la vocal “e” para enunciar un género no binario o genérico inclusivo es innecesaria porque el masculino gramatical cumple con esta función- refuerza la creencia, de que no existe un problema de representación por medio del lenguaje.

También, es importante tener en mente que el lenguaje estigmatizante es un reflejo de la realidad Latinoamericana. Un ejemplo de esto es el grito homofóbico que se escucha en los estadios de fútbol. Los seguidores de este deporte insisten en que no hacen referencia a la comunidad LGBTQ+, sin embargo, es claro que la palabra tiene una carga semántica negativa, más considerando el contexto de alta discriminación hacia esta población en Latinoamérica. Acciones como la anterior, pueden ser entendidas como violencias cotidianas, que escalan poco a poco. De acuerdo a la organización civil -Letra S Sida, Cultura y Vida cotidiana- México ocupa el segundo lugar respecto a crímenes de odio por homofobia en la región (después de Brasil y antes de Colombia) con al menos 1,218 homicidios registrados en los últimos 19 años. (OIJ, 2019)

Ahora, la discriminación y la violencia a través del lenguaje también se ve en la música y en los éxitos que se escuchan en la región.  Existen canciones que a simple vista podrían parecer piezas románticas, pero si las analizamos más a detalle -seguido- resaltan la misoginia y el acoso de nuestra región. Canciones como “Mátalas”, de Manuel Eduardo Toscanos, que mediante sus estrofas sugiere que a las mujeres puedes acosarlas, hostigarlas o hasta matarlas metafóricamente, se vuelven cuestionables en un contexto en el cual, de acuerdo con ONU Mujeres (2021), en México, se asesinan al menos 10.5 mujeres al día, por el simple hecho de ser mujeres. Este tipo de canciones, en un país feminicida, ilustran de manera clara la normalización de la violencia en contra de las mujeres.

A pesar de lo anteriormente mencionado, nos encontramos en un periodo de cambio en el que tenemos la posibilidad de relacionarnos de manera diferente y dejar de perpetuar estructuras excluyentes- para esto, existen distintas formas de comunicar y de hacer uso del lenguaje inclusivo.

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¿Qué hacer para poner en marcha el lenguaje inclusivo?

Algunas maneras de ser más incluyente desde el lenguaje es por medio del desdoblamiento; por ejemplo, especificar al hablar: las niñas, los niños y les niñxs. Otra manera es a través del lenguaje no binario indirecto; en lugar de utilizar “el ciudadano” por ejemplo, decir “la ciudadanía”. Asimismo, se puede emplear el uso de pronombres sin marca de género como ‘quien’ o ‘quienes’, o emplear formas no personales del verbo, por ejemplo, “es necesario prestar atención” en lugar de “es necesario que el usuario preste atención”. Asimismo, se puede hacer uso del lenguaje no binario directo que implica,  hacer use de la “x” o la “e”, brindándole espacio a todxs / todes.

El lenguaje inclusivo incluye también visuales y el cuestionamiento de uso de ilustraciones o fotos en la que aparecen principalmente personas en situación de privilegio -personas blancas, hombres en puestos de liderazgo, ciertas edades en ciertos roles, etc- dejando de representar a otros grupos que han sido históricamente excluidos como por ejemplo, las personas con discapacidad. Los elementos gráficos son de gran relevancia por su alto nivel de impacto. Estos pueden estar presentes en páginas web, presentaciones, materiales de promoción interna y de difusión y deben de evitar estereotipos de género, raza, edad o de cualquier otra índole.

Finalmente, el lenguaje inclusivo no es una moda, ni un invento de las nuevas generaciones; es un mecanismo de resistencia  que permite que las personas que han sido invisibilizadas a lo largo de los años ocupen el lugar que les corresponde. Este no es el único medio para ser incluyentes, ya que se requiere de políticas públicas enfocadas en la igualdad sustantiva y la prevención de las violencias, sistemas de educación incluyente y espacios públicos amigables para todas las personas. Sin embargo, el lenguaje es un primer paso porque las personas pertenecientes a la población LGBTIQ+, las personas con discapacidad, las mujeres y aquellxs que son parte de comunidades indígenas, entre otrxs, existen, resisten, quieren y deben ser escuchadxs.