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Historias de Clientes

Es difícil escribir sobre alguien que lleva casi toda una cuarentena —no la propiciada por pandemia alguna, sino un periodo de 40 años— codeándose con figuras de la cultura popular y la prensa, siendo por sí mismo una celebridad. Gabriel Rocca bien puede aparecer en los libros de historia del rock argentino, o ser el que los publica —como Charly, la biografía fotográfica que editó junto a su exsocia y colega Andy Cherniavsky, en el 2000, con fotos célebres e inéditas del músico, compositor y productor Charly García— y, además, ser considerado un referente de la moda, o un colaborador habitual de la industria de la publicidad, dentro y fuera de su país. 

“Me gusta fotografiar gente, conectar con las personas, dirigir, hablar, entrar en su mirada y en su corazón”, dice. Se define como un retratista, aunque su trayectoria le ha llevado a convertirse en director. Le rodea la mística especial que solo puede tener una persona que compartió mesa con Fredy Mercury o Whitesnake en el primer Festival Rock in Río —un recuerdo que, hasta la pandemia, andaba extraviado—, alguien a quien le quedarían a la perfección decenas de titulares rimbombantes: “El fotógrafo que inmortalizó a Maradona” —porque Rocca, por encima de los miles de fotógrafos que capturaron a El Diego, hizo su retrato más famoso—; “el fotógrafo preferido de Cerati” —quizá no era su favorito pero sí uno de ellos, pues más de una vez el ídolo argentino, con Soda y en solitario, posó para su lente—; el fotógrafo del rock—porque donde haya algún escrito sobre él está clarísimo su aporte al género desde el registro fotográfico, al menos en su país—, por mencionar algunos.

A Rocca le debemos las portadas de discos como El Satánico Doctor Cadillac, de la legendaria agrupación Los Fabulosos Cadillacs en 1989; o la de Leche, el quinto álbum del dúo Illya kuryaki and the valderramas, en el 99 —sin mencionar otras tantas que fueron emblemáticas y hasta polémicas en Argentina— y es apenas lo que se puede mencionar sobre este artista de 59 años, admirador de Luis Alberto Spinetta —a quien retrató en varias oportunidades—, testigo de la guerra de las Malvinas y ahora profe de Crehana que, no sobra decirlo, ha diseñado uno de los cursos online de Fotografía de retratos más completos de Internet.

Retrato de Gabriel RoccaGabriel Rocca. Foto: Crehana.

¿Ahora mismo pasas más tiempo fotografiando o filmando? 

¡Soy fotógrafo! Lo que pasa es que en Latinoamérica se dio a finales del siglo pasado que me conocieran más como director de filmes, pero la fotografía es lo mío. Soy un fotógrafo que dirige. La moda de empezar a filmar con fotógrafos empezó a inicios del 2000.

foto publicidad Gabriel Rocca

Foto extraída del Instagram de Rocca.

¿Te interesaba ese campo de acción? ¿Cuándo pasaste de la fotografía al video?

No, para nada (risas). Lo que pasa es que mis amigos de Chile —que es para mí la cuna de los “retails”—  empezaron a sugerirme que lo hiciera. Empecé a filmar para Falabella a inicios del 2000, y lo que hacíamos llegaba a Perú y a Colombia —donde no he tenido la oportunidad de ir aún—. Lo hacía usando película [fotográfica], pues aún no estaba implementado lo digital. Sin embargo, con mi productora ya venía incursionando en contenido televisivo, así que no me era ajeno lo audiovisual.

¿Qué retos te supuso la cuarentena?

Tuve que aprender a fotografiar por aplicaciones. Hice una campaña que se llama Héroes en Pandemia, por medio de Facetime. Fue una experiencia rara porque implicaba dirigir, poner luz y entender ambientes a través de un teléfono. 

¿De qué se trataba la campaña?

Era sobre fotografiar gente que estaba en la primera línea combatiendo al Covid-19, y fue una experiencia muy fuerte, porque era el peor momento de la pandemia, cuando aún no se sabía casi nada al respecto.

¿Cómo llevaste a cabo ese proyecto si no podías estar allí en persona?

Necesité un socio en el lugar que sostuviera el celular, que hiciera de trípode. Esto fue un proyecto en conjunto con el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires—con quienes hago bastantes cosas— y quería comentarles a ellos y al ministro de Cultura sobre una preocupación que tenía acerca del rechazo que estaban teniendo algunos médicos y enfermeros. Sus vecinos no querían que tocaran el botón del ascensor, era horrible y lo que yo pensaba era: “esta gente se está poniendo al hombro esto sin fijarse a quién están salvando, hay que hacer algo”. Entonces la gente del gobierno de la ciudad me dice: “tenemos un fotógrafo”, y yo les decía: “yo no quiero un fotógrafo, solo quiero alguien que vaya a estos lugares”. Ellos me insistieron: “Tenemos un fotógrafo que se va a poner a tu disposición, y él está en la primera línea registrando todo”. Fue así como hablé con Walter (Carrera) —un gran fotógrafo y hoy un querido amigo— y le dije: “no vas a usar tu cámara”. Y así fluyó. Él desde los hospitales me llamaba por Facetime, me hacía un recorrido 360 del espacio, y yo desde casa hablaba con la gente, decía: “bueno, vamos cerca de aquella ventana, allí hay buena luz”, es decir, hacía una dirección fotográfica. 

Foto de Ana Calabria

Ana Calabria, médica del Pabellón de Mujeres infectadas con COVID 19 en el Hospital Muñiz, por Gabriel Rocca. 

¿La señal no era un problema?

Es un obstáculo, pero superable. Después de Héroes en pandemia hicimos Retratos en pandemia, que tenía que ver con personas que habían quedado varadas en otras partes del mundo. Por ejemplo, una mañana fotografié una pareja en India, en donde ella se había quedado varada ahí sin poder regresar a Argentina, se había enamorado de un hindú, y se había casado. ¡Todo esto en tres meses! (risas) Entonces los fotografié así, a través del océano y quedó muy bien. Obviamente no es fotografía, son capturas de imágenes con una dirección fotográfica, pero fue también encontrar otras posibilidades dentro de una situación inesperada para todos como la pandemia.

¿Crees que esa posibilidad de hacer capturas con teléfonos móviles perjudica el trabajo de los fotógrafos? Por ejemplo, ¿las agencias ahora querrán reemplazar la cámara por un celular?

Para nada, los celulares tienen una calidad pésima, solo funcionan para Instagram. Se ve bien, pero eso no es fotografía. La fotografía se basa en la profundidad de campo, en poder hacer un foco selectivo. Soy un obsesivo de la calidad, la definición, el foco, y aunque hacer capturas por FaceTime en una circunstancia particular como la que vivimos fue una manera de poder comunicar algo, no lo volvería a hacer ni por gusto, ni por nada.

¿Cómo fuiste desarrollando tu técnica? Entiendo que en tus inicios en la revista Pelo no había tanta elaboración ni conciencia artística...  

A través de la experiencia y el autodescubrimiento. Mi generación no tuvo ningún acceso parecido a lo de hoy. El curso de Crehana es algo que en aquella época hubiera sido impensable. La única posibilidad que teníamos era estudiar en lo que llamábamos acá Fotoclubs, o sea, lugares donde había fotógrafos que enseñaban pero no eran profesores, y a veces uno tenía suerte de encontrar una persona didáctica. Lo mejor era encontrar la posibilidad de asistir a un estudio de fotógrafo para poder entender cómo funcionaba, pero eso era algo casi imposible, pues los fotógrafos de aquel momento eran muy celosos, como si guardaran un secreto que no pudiera ser descubierto por otros. Yo he permitido que me acompañen durante casi toda mi vida y creo que a partir de mi generación ya no existe más eso. En Argentina conozco 10 excelentes fotógrafos que fueron asistentes míos durante años, que hoy son competencia y también somos amigos. 

Tuvieron una excelente escuela…

¡Sí! (risas) No lo digo yo, ellos lo han dicho. Antes de la pandemia la mitad del año me la pasaba viajando. Por ejemplo, en mi último viaje a México, previo a la pandemia, había hecho el último videoclip de Gloria Trevi; luego una campaña de Telcel —la telefónica más grande de ese país— y luego otra para Live Aqua, un hotel en Cancún, para que veas los mundos por donde puede transitar todo esto. Creo que tengo la misma cantidad de campañas en Chile y México que en Argentina, a nivel de producción, pues cuando viajo aprovecho para hacer varias cosas. Y todos estos fotógrafos de los que te hablo viajaban conmigo. Mi asistente actual lo hace. Entonces creo que sí fue un buen lugar para aprender.

¿Cuánto tiempo pasabas fuera en una jornada normal sin pandemia?

En general cuando viajamos se realizan la previa, la producción y la post. Y eso tarda 15 días por lo menos. Si se le suma otra actividad se suma más tiempo, aunque la tecnología ayuda muchísimo. Todo lo que antes era búsqueda de lugares, scouting, lo pude empezar a hacer por videollamada. En México y en Chile tengo una productora local que me ahorra mucho tiempo. 

Casi nunca se habla del equipo de trabajo del fotógrafo. ¿Quién no puede faltar?

Siempre tuve una mano derecha que es el director de arte, o el vestuarista. Pero acá se funden esas dos personas, porque el vestuarista no es vestuarista, sino que los que hay acá manejan la parte de arte, y el director de arte maneja la parte de vestuario. Entonces la primera persona que consulto tiene que ver con ese rubro. “Fede, tengo esta campaña, tengo esta idea, ¿Cómo lo hacemos?”. Y en seguida es la persona con la que empiezo a hablar. Hoy las campañas fotográficas van en paralelo con lo fílmico, van de la mano. Tengo mis equipos que filman, yo dirijo, pero no agarro la cámara, a lo vieja escuela. 

Foto de campaña Disney

Adaptación de La Bella y la Bestia, para Disney, por Gabriel Rocca.

No es difícil enterarse que eres uno de los fotógrafos más respetados y reconocidos de Argentina —basta con poner tu nombre en Google—.  ¿Cómo ves el panorama para los nuevos talentos?

Siempre he sido un fotógrafo que ha creado sus propias oportunidades, jamás esperé a que se me abriera una puerta. Hice de la fotografía un camino que me llevó a trabajar como productor televisivo, como director, y un montón de acciones distintas. Por ejemplo, antes de la pandemia me dediqué a hacer una retrospectiva de mi carrera, y se me dio la oportunidad de exponer mi obra en un museo — Rocca en la Usina-Retrato Argentino—, algo que nunca había hecho. 120 mil personas asistieron, fue un récord absoluto para una muestra de fotografía. Yo creo que el panorama del fotógrafo es muy amplio, depende de ir inventando situaciones. Hoy hay grandes talentos que tienen una ventaja: no importa dónde vivan, pueden estar en cualquier parte del mundo. Lo importante es que abran los ojos y entiendan que hay casas productoras, antes no existía eso. Los chicos fotógrafos tienen grandísimas oportunidades para ser descubiertos, depende de que se animen a mostrar su talento.

Fuiste un pionero en lo de tener una casa productora…

Así es. Desde mis veintitantos años monté la mía, pero a la vieja usanza. Hoy somos como pasajeros de hoteles. Antes tenía mega estudio, cantidad de empleados, laboratoristas, eso hoy no existe más. Ahora rento o alquilo, y los equipos son satélites. Toda mi gente de aquella época sigue trabajando conmigo pero de manera freelance, que es la forma más efectiva de trabajar. La pandemia aumentó esa situación y uno se da cuenta de lo ridículo que era juntarse. Podemos trabajar tranquilamente desde nuestras casas. 

 

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¿Es más rentable trabajar así?

Uno va entendiendo el negocio. Al principio la meta era la posibilidad de llegar a fotografiar y hacer producciones, pero después se va entendiendo la parte comercial de todo esto que, en mi caso, se fue dando, nunca me preocupó. El cambio de lo analógico a lo digital fue medio traumático para mí, pero no desde lo comercial, sino desde la experiencia. Me costó años aceptar esa situación. Crecí con la película, con el olor a revelador, y de un momento a otro se acabó. Había un representante de una marca que me insistía para que usara sus cámaras, y a mí no me interesaba para nada. Viajaban desde Los Ángeles o desde Suecia para ofrecerme que las probara, hasta que, cuando ya era evidente que nada iba a ser como antes me animé y me di cuenta que sí, había algo interesante ahí. 

¿Cuándo dejaste de hacer carátulas de discos?

No recuerdo cuándo ni cuál fue la última pero creo que fue una para la reedición de Los chicos quieren rock (2009), un disco que para mí fue como una biblia, de Los Ratones Paranoicos, ¿los conoces? Tuve la suerte de hacer ciertas tapas que fueron históricas.

¿A cuáles de esos trabajos les tienes especial cariño?

Hay algunas tapas que tuve que seleccionar para la muestra que hice en la Usina del Arte —un espacio cultural icónico del sur de Buenos Aires— que fue un desafío elegirlas. Entre ellas destaco la de Colores santos, el disco de Cerati y Melero, que era cuando Cerati empezaba a intercambiar algunas experiencias con otros músicos, y para mí el disco y su tapa son maravillosos. La tapa, además, tiene un interior que hoy en día por la llegada del formato digital no se permite ver, pero antes toda la producción discográfica llevaba muchas fotos y producción —la tapa, la contratapa el libro interno—; desde luego el que te nombraba, Los chicos que eran rock, de Los Ratones Paranoicos, que para mí es el mejor disco de la banda, y que tiene algo curioso: Juanse, su líder, me pidió que hiciéramos la misma portada del disco original (1988), pero con ellos hoy. Entonces es curioso verlos iguales, pero más viejos, con casi la misma posición, casi la misma ropa, casi la misma luz, y fue como tener que copiarme a mí mismo, corrigiendo los errores, porque encuentro varios en aquellos trabajos de mi juventud. Otra es la de Sandra y Celeste, que fue muy emblemática en Argentina, porque la sexualidad era un tabú. Aunque eran dos mujeres abrazándose, nada más, yo le llamo la tapa prohibida, pues las empresas de ese entonces se negaban a usar esa imagen. Y, por último, la del Satánico Doctor Cadillac, que es una tapa de cuando no existía Photoshop. La foto la hicimos en un río, y como aquí no hay montañas, ni islas el retocador del momento, que trabajaba con pincel y una lupa, dibujó todo lo que aparece en el fondo (risas). Yo lo cuento como algo gracioso pero en ese momento el retoque fotográfico se hacía así.  

Foto de Rocca en la Usina

En la foto, ejemplares de la Revista Pelo, donde empezó Rocca sus primeros pasos; portada del libro Charly, publicado con fotografías oficiales e inéditas de Charly García; fotografías de las tapas de Satánico Doctor Cadillac, de Los Fabulosos Cadillacs y Los niños quieren rock, de Los Ratones Paranóicos; y frase que usó alguna vez Lusi Alberto Spinetta en una camiseta, todo como parte de la exposición Rocca en la Usina. Foto extraída del Instagram de Gabriel Rocca.

¿Cambió mucho tu vida ante la llegada de la pandemia?

Mira, la gente tiene la fantasía de que saco fotos. Pero el momento de sacar la foto tiene un montón de cosas previas y cosas post, además porque soy un fotógrafo que me meto de lleno en la producción. Ahora mismo estoy con tres campañas. Hace un mes estoy con los desarrollos de las propuestas. Una vez que se acepten empieza el desarrollo de la preproducción, locaciones, modelos, artistas, ropa… es todo un camino para llegar al momento del clic. Durante años fui a reuniones en Santiago de Chile. Tomar el avión de las 7 de la mañana y regresar en otro avión de la 1 de la tarde a Buenos Aires. Iba a la reunión de las 10 de la mañana, tomaba esas dos horas y me devolvía. Era absurdo.  Entonces mi día a día que estaba lleno de eso se trasladó a mi casa, y las reuniones que a veces duraban un día entero, por suerte ahora se limitan a Zoom, es decir, una hora y se acabó. Eso es fantástico porque nos da tiempo para la creatividad y para dedicarnos a nuestra vida. Lo que compartía con mi mujer, con mis hijos, con mis dos perros, era poco. Vivo en un lugar a las afueras de Buenos Aires, tengo el río al lado, y la verdad es que veo poca gente,  estoy feliz así. Salir nos deja agotados. Pienso que ahora si viajo a los dos días voy a querer volver.  Así que, sí, cambió mucho y es muy positivo hoy tener tiempo para mí. 

¿Cómo se distribuye el tiempo cuando estás trabajando en campañas?

Te doy un ejemplo de una campaña en la que estoy trabajando ahora. Hay un periodo de estar solo, de pasar las ideas al papel y armar un PDF. En este caso hicimos el demo de una película, con edición y sonido, para que el cliente tenga una idea de por dónde vamos a ir. Esta mañana se hizo esa presentación con todo un speech de cómo se iba a hacer, qué etapas iba a tener, 1, 2, 3, en qué tiempo, y nos hicieron una devolución. La devolución que fue aceptada significa hablar con el equipo, cámara, arte, vestuario y hacer un plan de rodaje sobre lo que se va a filmar en concreto, por encima del boceto. A mí me gusta llegar al set con todo listo, cuadro por cuadro. Y así se me van los días. 

¿Qué caracteriza un buen retrato?

Me especialicé en retratos. Soy un fotógrafo muy apasionado, para quien el momento de fotografiar es casi religioso, porque es un momento de conexión absoluto. La gente que me conoce sabe de qué manera me gusta esa conexión con el personaje. Hacer retratos es algo maravilloso. Aquí, en mi casa, tengo varias fotos, entre ellas la de Diego Maradona. Miro ese retrato, que fue la foto más icónica de él, la más usada del mundo, y ese momento y su mirada van a permanecer para siempre. Ahora voy a hacer una muestra de rock y veo artistas que ya no están y me impresiona cómo está capturado el momento en que esas personas movilizaban tantas masas, tanta adrenalina junta. 

Retrato de Diego Maradona

Retrato de Diego Maradona, por Gabriel Rocca.

¿Y es esa conexión la que caracteriza un buen retrato?

Sí, solo ver la foto te transporta instantáneamente a un momento. Cuando empezó la pandemia mi hijo más grande, Salvador, que tiene 26 años y es director, me dice: “Mira lo que encontré”. Y me trae una cajita con diapositivas, material que saqué a mis 22 años en el primer festival Rock in Río. Había un mano a mano con Freddy Mercury, Ozzy Orbourne, George Benson, Nina Hagen y la lista sigue. Inmediatamente me remitió a ese lugar que honestamente lo tenía olvidado. Y como te digo la fotografía te traslada a ese instante.

Foto de Fredy Mercury en Rock in Rio 85

Foto de Fredy Mercury en Rock in Rio 85, por Gabriel Rocca

¿Por qué estabas en Rock in Rio?

Yo me había ido a vivir a Brasil, y estaba cubriendo para la revista de rock más importante. Era el primer gran festival de esta parte del mundo, y estaban todas las bandas juntas. Sin embargo, las fotos fluyeron de esa manera porque en esa época no había divismo. Sentarse en la mesa con los artistas era posible, dialogar con ellos era viable, no había un manager, ni un custodio de por medio. Recuerdo haber estado detrás de James Taylor esperando a servirme la comida. Hasta nos daban las entrevistas en las habitaciones particulares de los artistas. 

 

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¿Cuánto tiempo viviste en Brasil?

Allá duré dos años, y me fui allá atraído porque era el primer país en adoptar la fotografía de moda. Me fui detrás de ese sueño, y me devolví porque empezaron a aparecer las primeras marcas interesadas en hacer campañas, a la vez que los artistas de rock querían empezar a vestirse de otra manera, a fijarse en lo estético. Y yo hice parte de eso. En el 92 junto con mi exsocia, Andy Cherniavsky, hicimos una pasarela en el estadio Obras Sanitarias, que era un templo del rock en Argentina. Lo rentamos para hacer el primer desfile de moda por el que pasaban todas las modelos populares del momento, y lo cerraba cantando Charly García. Lo fusionamos a más no poder, y se abrió la puerta a la moda, las puestas en escena y otras cosas. 

Foto de Charly García

Foto de Charly García, por Gabriel Rocca.

¿Hay algún momento o foto que guardes con aprecio?

Le tengo mucho cariño a la última fotografía que le hice a Cerati, me acuerdo hasta de la música que estábamos escuchando en ese momento. También el último retrato de Spinetta. Él ya empezaba a ponerse enfermo y yo lo sentía, pues lo había fotografiado varias veces. Cuando revelé esas fotos sentía que había fotografiado por última vez a un ser único e iluminado y eso es fuerte, muy fuerte.  

Retrato de Spinetta

Retrato de Luis Alberto Spinetta, por Gabriel Rocca