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Exigencia, el ingrediente secreto de Romi ConnellExigencia, el ingrediente secreto de Romi Connell

Exigencia, el ingrediente secreto de Romi Connell

Jorge Iván Cubillos Aldana - 24 Feb 21

Articulo

7 min.

Supongamos que todo vuelve a la normalidad, que ahora pzodemos reunirnos, abrazarnos, compartir la tarde y, desde luego, volver a celebrar las fechas especiales. Se nos ocurre hacer una fiesta de cumpleaños temática y nos gustan, digamos, los dinosaurios. Encargamos hacer una mesa inspirada en ellos, con cookies, donuts y macarrones y, cómo no, quisiéramos que la experiencia, además de linda, fuera inolvidable. Así que el bizcochuelo húmedo en crema de chocolate vendría en forma de volcán, con merengues secos simulando la lava. Las cookies —sin glaseado— en vez de tener forma de dinosaurios, serían esqueletos, fósiles. Y empieza la búsqueda. Nos entregan pinceles, y tenemos que excavar sobre una capa de dulce para encontrarlos. Suena bien, ¿no? Este es el tipo de anécdotas que pueden contar quienes han contratado a Romi Connell para hacerse cargo. 

El curso de repostería creativa para eventos que dicta Romi en Crehana ya superó los 1.500 alumnos. En Instagram ha formado una comunidad fiel que le pide consejos, le confiesa detalles íntimos de su vida, y espera su respuesta. Ella, que cuando arroba gente que admira se emociona cuando le responde con, al menos, un corazón, procura hacer lo mismo con cada una de las personas que le escribe. Y no fue diferente para esta conversación con nosotros. Acababa de atender alumnos en la mañana y, antes de encontrarnos, adecuó su cocina como si fuera a dar una siguiente lección.  

Retrato-Romi-ConnellFoto: Romi Connell.

¿Cómo sobrellevaste la llegada de la pandemia?

Estuvimos bastante encerrados. En lo que correspondió a la pastelería, la parte de eventos, se frenó un montón, los eventos son ahora más chicos. 

¿Las clases presenciales quedaron pausadas?

¡Claro! Tenía mucho miedo (por la pandemia). Ahora en febrero me animé a abrir plazas para dos personas, pues tengo una cocina donde caben un par de personas cómodas, con distanciamiento, pero debo verificar que no les dé inseguridad. Hace mucho había dejado de dar clases así. Lo que tienen las lecciones en persona es que todo es más delux, podemos hacer lo que las chicas quieren, hablar de todo. 

Te habías volcado al online…

Sí. Al online y a los eventos, que poco a poco han ido recuperándose. 

Hablemos de ti. Casi te gradúas de arquitecta...

¡Sí! Hay mucha gente que se identifica con mi historia, porque quizás ahora es muy común emprender, está de moda, los chicos dicen: “Espera, no voy a vivir una vida que no me gusta”, y entonces se lanzan; pero cuando yo emprendí sola, en 2008, no había lo de ahora: el acompañamiento, el coaching para emprender, que te quiten los miedos, podcast, muchísimo apoyo para hacerlo. En ese entonces yo estaba estudiando arquitectura —mis papás y mi hermano mayor son arquitectos, mi hermano menor estudia arquitectura, va en tercer año—, hice toda la carrera hasta sexto año, y lo que venía para mí era seguir con la empresa familiar. Pero, en quinto año, andaba sin ganas. Orgánicamente no estaba bien, andaba triste, y cuando empecé a contarlo, conocí un montón de chicas que sentían —y sienten— lo mismo. Era salir del pensamiento de que uno es un extraterrestre. Así que, hace doce años, cuando expresé lo que me pasaba me dije “termino la carrera —imagínate la presión que tenía conmigo misma que elegí seguir la carrera—, y empiezo a estudiar cocina”. No aguanté. Me inscribí en un instituto en La Plata, y descubrí que lo que más me gustaba era lo dulce, disfrutaba hacer la receta de tiramisú. Así que, antes de pasar al siguiente año, busqué la mejor escuela de cocina en Capital Federal —porque me dije, “no seré arquitecta pero seré la mejor pastelera”— y me matriculé. 

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Romi Connell encontró una pasión en la pastelería que lleva por los menos 12 años. Foto: Romi Connell.

¿Y cuánto tiempo estuviste ahí?

Son carreras que duran muy poco. Ahora hay alianzas entre las universidades y los institutos, carreras de 4 años, pero lo mío fue pastelería de un año —yo me preguntaba, ¿por qué no dura seis?, ¡no me quería ir!— y luego decir “arranco sola”.

Viniendo de una familia de arquitectos, ¿de dónde vino ese interés por cocinar?

Estaba convencida de que tenía que hacer eso porque cocinar era lo único que me gustaba. En mi casa se cocina mucho, y muy bien —mi abuela nos heredó un montón de recetas árabes—, pero no a nivel profesional. Abrí camino por mi cuenta, con mucho miedo y mucha incertidumbre. 

¿Y luego?

Arranqué en la cocina con mis papás. Todo el 2008 y el 2009 me la pasé costeando recetas, y la verdad es que mi única intención era demostrarles a ellos que eso era lo que en verdad amaba hacer y a lo que me quería dedicar. Miraba la tele y en vez de poner alguna serie me paseaba por los canales de cocina; estaba decidida a demostrar que había nacido para eso. Luego me pasé a un departamento con una cocina grande — pintoresco, no tan industrial, con tres mesas de granito, seis batidoras—  y ya llevo doce años acá. Mi trabajo cambió un montón. Pasé de mesas dulces a tortas decoradas, y luego la experiencia, los deseos de los clientes, el estar más segura de mi misma me animaron a empezar clases.

Desde 2016… 

Sí. Ese año empecé a dar clases presenciales aquí en mi cocina, ¡y venían chicas hasta de Uruguay! ¡una locura! Venían de muchas partes. Después tuve a mi hija en 2018 y paré de dar clases en persona. En 2019 ya me había pasado completamente al online, y cuando vino lo de Crehana valoré mucho el camino recorrido. Uno como emprendedor es medio inseguro. Al principio estamos llenos de miedo. Yo hice lo que me gustaba porque era lo que me apasionaba, pero necesitaba a través de las otras personas decir “vas por buen camino”. 

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La cocina de Romi Connell es impecable, más pintoresca que industrial. Foto: Romi Connell.

Hubo gente que encontró una alternativa de ingresos en la cocina tras la pandemia. ¿Te perjudicó en algo eso?

No. Pienso que hay un montón de oferta, pero también que hay mercado para todos. No hace bien mirar para el costado y estar pendiente de lo que está haciendo el otro, no suma. Ese es un consejo que le doy constantemente a mis estudiantes. Sigo gente que me inspira, pero no me fijo en lo que hacen mis colegas de Argentina. Para todos va a salir el sol. Cuando me hice mamá tuve que parar muchos meses, y al regreso temí por quién me iba hacer pedidos, pero empezaron a llegar, y gracias a que salen cada rato tantos emprendimientos, también me fui renovando. De hecho comprendí que podía ser un referente, me dije,  “si yo sé tanto y llevo ya doce años haciendo lo que hago puedo ayudar a todas estas personas que están arrancando a emprender en pastelería”. Cambié hasta mi bio de Instagram, además de que me encanta hacer pastelería, me parece que todos debemos evolucionar para no desmotivarse. Me tengo que seguir sintiendo así, con mariposas en la panza como cuando entré al instituto por primera vez. 

¿Cómo era hacer pastelería sin Instagram ni tutoriales? 

Todo era a prueba y error (risas), fue un montón  lo que tiré a la basura. Seguía la receta del instituto, pero si no estaban dados los cálculos exactos había que repetir, usar la lógica. 

¿Cuál fue el punto de partida para que la gente se animara e incluso viajara para tomar clases contigo? 

¡Equivocarme! Y lanzarme. Los que primero confían en ti son tus amigos y familiares. Pero cuando estás emprendiendo necesitas ser un poco inconsciente. En el mismo camino en el que le estás vendiendo tortas a un amigo estás aprendiendo (risas), porque es mucha responsabilidad. Más en eventos, porque no le puedes decir a un cliente: “mira, es que no me salió la torta, te la mando en tres días”, ¡porque el cumple del hijo es hoy! No es como ir al psicólogo, que te pregunta si la cita puede ser la semana que viene y no hay problema… en los eventos hay tanta ilusión, de la familia, del cumple de los niños —que son a los que más le dedico— y la presión es mucha. Entonces al principio, cuando medio cocinaba, pasaba derecho sin dormir, nerviosa y esperaba que todo saliera bien. Luego la confianza que me dieron mis tíos, mis primos, hasta pasar a clientes más grandes, me permitió asumir desafíos. Para el curso de Crehana, por ejemplo, armé toda una mesa dulce, pero hace años no hubiera podido hacerlo con la seguridad de hoy. Ahora conozco trucos para que en cámara se vea bien, para que se luzca y para no quitarle tanto tiempo a los que deben grabar. Cada cosa se da en su momento. Empecé con eventos pequeños, luego con eventos de casamiento de 150 personas, luego la primera torta decorada —una de Sapo Pepe, que estaba en furor—, y con el tiempo empiezas a ser canchera. 

 

Sé un líder que inspira a su equipo, adquiere habilidades de comunicación interpersonal

 

¿Qué crees que te ha caracterizado para destacarte como pastelera?

Yo creo que la responsabilidad. Y por encima de eso la exigencia. Con uno mismo. Es lo que nos hace destacar más que otros. Aunque hay que encontrar el equilibrio para disfrutar de las cosas lindas, y que la exigencia no sea una carga y nos robe lindos momentos, siempre será una imposición interna que todo tiene que estar perfecto, por más que lo trabaje internamente siempre está, tengo que convivir con eso también porque de esa manera hoy estoy donde estoy. Todo me lo tomo muy en serio. ¡Amo lo que hago! No me tomo nada a medias. Todo es grandilocuente. Desde algún lugar que no reconozco —porque soy la que está de este lado— se nota. Un pastelero debe tener constancia. La pastelería es muy meticulosa, hay que ser riguroso, y en la práctica está todo. Yo le puedo entregar a mis alumnas todos los tips y detalles por escrito para hacer los mejores macarrones, pero si no lo hacen en sus casas seguido, o si esperan quince días para empezar, y no practican, no lo van lograr. En la práctica está el punto de la técnica. Lo que me enorgullece es haber hecho de la pastelería un oficio, poder hacer esto con los ojos cerrados, sin estrés. Al no estresarte se disfruta más porque al principio era la más estresada y ahora disfruto todo, si salen errores los sé solucionar, o revertir. 

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La pastelería creativa es una de las especialidades de Romi. Foto: Romi Connell.

Cuando alguien abre una pastelería, ¿qué recomendación puedes darle respecto a conseguir sus primeros clientes? 

Empieza a cocinar. Necesitas ser una genia o genio en lo que estás haciendo, y para eso necesitas estar en la cocina. ¡Arranca con quien te pida! Puedes sacar la mejor foto pero si no está rico, no te piden más. La foto puede esperar, tiene que ser lindo, pero primero tiene que ser rico. Lo demás viene solo. En pastelería, el voz a voz es muy importante.  

Y sobre emprender, ¿qué puedes aconsejar? 

Que no te gane el miedo, porque el miedo solo te quita cosas, nunca te da. 

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Tips básicos para pasteleros:

  • Aprende la técnica. Para conocerla necesitas la teoría. 
  • Hazte con ingredientes de calidad. No es lo mismo trabajar con margarina que con manteca. 
  • ¡No dejen de probar mi brownie sandwich!